El Ángel de la Gaceta
15 de mayo de 2024
Por Ángel Dehesa Christlieb
Gracias
A todos lo que me han escrito y comentado acerca de la columna de ayer, les agradezco la preocupación, el cariño y la empatía demostradas.
Un abrazo.
Feliz cumpleaños, Steve Hogarth
A mediados de la década de los 90 conocí y me enamoré de la radio gracias a mi primer trabajo en el Núcleo Radio Mil que tenía sus instalaciones en Insurgentes Sur, esquina con Olivo, en la Colonia Florida.
Una tarde, me llamaron a la oficina de Jordi Soler, director de Rock 101, para encargarme mi primera entrevista.
El entrevistado era Steve Hogarth, cantante de Marillion, una banda que yo no había escuchado demasiado, pero estaba por ahí mi querida Cristina Stivalet, quien me dio todos los datos que necesitaba y, cual madrecita mexicana, me persignó antes de salir.
Para grabar las respuestas del británico me dieron lo que en ese momento era el último grito de la tecnología, un reproductor de “Digital Audio Tape” o DAT.
El ingeniero que me lo entregó no demostraba tener mucha confianza en mis habilidades, porque me hizo repetir como veinte veces los pasos de introducir la cinta, apretar el botón de “Record” y, “pon atención chamaco”, asegurarme de que la lucecita roja estuviera encendida y la cinta corriera.
Partí con mi DAT bajo el brazo hacia el hotel donde se hospedaba Hogarth, llegué, me recibió el personal de la disquera y me pidieron que esperara mi turno en un salón acondicionado para tal efecto.
Yo siempre he sido nerviosito y el TOC y yo somos uno mismo.
Mientras esperaba, para que seguro, seguro me saliera bien, me dediqué a oprimir “Record”, “Stop” y “Rewind” en el reproductor, repitiendo la secuencia una vez tras otra hasta que, a la octagésima novena repetición, la grabadora dejó de funcionar.
Un minuto después, Steve Hogarth hizo su aparición, en jeans y camiseta, reflexionando en voz alta sobre la conveniencia de que todos nos tomáramos una cerveza, lo cual procedió a hacer mientras se sentaba frente a mí.
Yo oprimía los botones de la grabadora, sin efecto alguno, poniendo una cara comparable a la del niño que se sacaba la sala en lugar de la bicicleta en la catafixia de Chabelo.
Hogarth me miró a los ojos, dejó de sonreír y me preguntó si todo estaba bien.
Le respondí, casi llorando, que mi aparato no funcionaba.
Sonrió de nuevo, me pidió que esperara, se levantó de la silla y salió del salón.
Pasaron diez minutos hasta que entró de nuevo, con su propio reproductor de DAT, que me prestó para hacer la entrevista.
Todavía accedió a una foto conmigo y a tomarnos la cerveza.
Hoy a casi cuarenta años de distancia, llevo más de 500 entrevistas a todo tipo de personas, además de varios programas de radio y televisión, en todas he aprendido mucho y conocido a gente interesante.
Pero siempre habrá un lugar en mi corazón para la generosidad que Steve Hogarth tuvo con ese chamaco de 19 años al cual le dio su primera entrevista.
Cualquier correspondencia con esta agradecida columna favor de enviarla a www.angeldehesac.com
Me ayudan mucho compartiéndola, les dejo un enlace para ello