El Angel de la Gaceta: De mi, abusaron

El Ángel de la Gaceta

5 de julio de 2024

Por Ángel Dehesa Christlieb

De mí, abusaron.

Hasta hace poco tiempo (el año pasado), me resultaba incomprensible la conducta de las personas (hombres y mujeres) que, siendo víctimas de abuso, dejaban pasar años para hablar de ello y/o denunciar a su agresor.

Creía también que el abuso solo podía darse si existía una relación en la que la parte abusadora tuviera una posición de poder o autoridad sobre su víctima y, sobre todo, que yo, a mis casi 50 años, estaba a salvo de algo así.

Pero no.

Fue un amigo, mayor que yo, nos conocimos en 2017 cuando yo busqué voluntarios para mis prácticas de la certificación de coaching.

Siempre fue amable conmigo, me apoyó económicamente cuando me hizo falta, le regresé cada centavo en cuanto pude hacerlo.

Recuerdo el momento en que me confesó su orientación homosexual y que tenía pareja (lo conocí), yo no soy gay, pero para mí nunca ha sido un problema, siempre he pensado (y lo sigo pensando), que el valor de las personas va más allá de con quién se acuesten o a quién amen.

Fue por eso que no me importó cuando, hace más o menos un año, me pidió ayudarlo en sus prácticas de certificación para un curso de masajes, los cuales, de hecho, siempre me han gustado como terapia física y mental, y los he recibido en muchos lugares del mundo, con hombres y mujeres, sin ningún problema.

Las primeras veces todo fue muy bien, llevaba su cama de masajes a mi casa, teníamos la práctica, él se iba y yo le mandaba una reseña para que la compartiera con su profesor.

Una tarde no fue así.

Estaba muy cansado y estando yo boca arriba me quedé dormido.

Desperté al sentir que mi “amigo” estaba tocando partes de mi cuerpo que nada tenían que ver con el masaje.

Se lo hice ver, me ofreció disculpas, dimos por terminada la sesión y se fue.

Quisiera decirles que reaccioné inmediatamente, pero no, entré en un shock que me paralizó por varios días y ahora entiendo que eso le pasa a los/las que atraviesan por una situación semejante.

Me resistía a creer que alguien que había sido tan amable conmigo durante tanto tiempo fuera capaz de algo así, al mismo tiempo, me di y me doy cuenta de lo poco capacitados que estamos los hombres de mi generación para reconocer cuando estamos siendo violentados, porque eso fue.

Me preguntaba si era mi culpa, si yo lo había propiciado, si tenía que haberme negado desde el principio.

Tampoco quise platicarlo, porque temía (y temo) el juicio de la gente, lo que digan, lo que piensen. Si alguien, al leer esto, siente que ya no quiere o puede estar cerca de mí, lo siento mucho, pero que le vaya bien.

Al final, sentí que yo no había hecho nada malo y lo hablé con quien tenía que hablarlo, toda mi gente me apoyó y me cuidó.

Sé que soy afortunado, porque hay quien solo recibe incomprensión, reproches y culpa.

Rompí todo tipo de relación con el abusador, en un mensaje que no le permití replicar (el muy cínico me pidió “una última charla” antes de que lo bloqueara de todas mis redes), porque no estaba dispuesto a permitirle que pusiera en duda lo que había hecho diciéndome que eran figuraciones mías.

No tengo las pruebas suficientes para una denuncia legal (pregunté), ni estoy dispuesto a pasar por el escrutinio de nadie, porque sé que, en esos temas, la justicia en este país tiene mucho que mejorar.

Si hoy escribo esto, no es por valiente ni mucho menos, es porque, a más de un año de distancia reafirmo que no hice nada malo, que no fue mi culpa, no tengo porque esconderlo, como si debiera tener vergüenza por ello.

Pero, sobre todo, porque sé que no todos tienen las herramientas y la ayuda que yo tuve para superarlo y quiero decirles.

NO ES TU CULPA

Si lees esto y pasaste o pasas por lo mismo que yo, busca ayuda y ponle un alto, si en algo puedo ayudarte aquí estoy:

NO ES MI CULPA

Cualquier correspondencia con esta columna favor de dirigirla a www.angeldehesac en la sección de contacto.

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