Se me hizo fácil
2 de diciembre
Por Ángel Dehesa Christlieb
Cuando era pequeño, en mi casa no teníamos perros.
Cuando le pregunté a mi mamá, me dijo que mi abuela María, en cuya casa infantil siempre habían tenido caninos, decidió no tenerlos cuando se casó, por ahorrarles a mi mamá y a mis tías el dolor de tener que verlos partir.
Muy respetable, sobre todo porque, cuando se le regalanun perro a un niño, el adulto que reside con dicho infante tiene que estar consciente de que él o ella será quien se tiene que hacer cargo del animalito.
Por eso no hay que regalar perros ni ningún ser vivo sin preguntar antes si están dispuestos a recibirlo.
Yo, como encargado voluntario y adulto (que no dueño) de varios perros a lo largo de mi vida, me veo obligado a discrepar con Mariquita.
Tuvo que venir mi primera novia que, no sé si con una secreta intención de alienar a la suegra, me regaló una muy linda pastor alemán, a la que llamé Freya.
Freya pasó toda su vida en casa de mi mamá, en un jardín donde era muy feliz hasta que, como suele pasar con los perros de su raza, falleció por complicaciones en la cadera.
Desde entonces, hasta hoy, siempre ha habido perros en mi vida, hoy tengo a Fireball, Casi y Pingo, además de hacerme cargo de Max, que se quedó con mi mamá cuando mi hermana se casó y a todos los quiero y siento que me dan siempre más de lo que yo a ellos.
Nunca me ha importado raza ni pedigree, todos han llegado conmigo sin pagar un solo peso.
Adopta, no compres.
Me ha tocado también el doloroso deber de tener que ayudarlos a irse cuando su salud ya no les permite tener una buena calidad de vida.
Esta semana leí el post de mis queridos Felipe Nájera y Jaime Morales, donde compartían la triste noticia de la partida de Beka, una perrita collie que había estado con ellos más de una década.
Me hizo recordar a Muka, una perrita cruza de French Poodle que Mariana, mi hermana, adoptó junto con otras varias, como Luneta, que era la dominante de la manada y traía a la pobre Muka de bajada siempre, obligándola a permanecer en un agujero en el jardín, sin dejarla salir a jugar.
Cuando mi hermana se fue, yo siempre le reproché que hubiera dejado aquí a algunos de sus perros, incluídas Muka y Luneta que siempre estuvieron alimentadas y cuidadas, pero a mí me parecía que no se les ponía la atención necesaria.
Era tanta mi urgencia por tener razón, que cuando me mudé a casa de mi mamá por la pandemia, tampoco yo hice nada por echarle la mano a las perritas, aunque una vez contraté a una peluquera que, por el virus, vino a la casa a bañar y cortarles el pelo a las perritas.
Muka fue la primera y después de su tratamiento, se paseaba muy feliz por el jardín, hasta qhe Luneta y las otras perras se le fueron encima.
Fue una de las escenas más feas que he visto, como la película de de la Cenicienta cuando las hermanas le arrancan el vestido.
Alcancé a levantar a Muka a tiempo, la llevé al veterinario y la curaron, pero nunca fue la mism y ya no quiso nunca salir a jugar.
Pasó un tiempo y un día Muka amaneció con un ojito botado y cuando mi hermana y yo la llevamos al veterinario, nos diji que no había mucho que hacer y que lo mejor para ella era dejarla ir.
Cuando miré a Muka a los ojos, mientras nos despedíamos, lloré y le pedí perdón porque supe que no había hecho todo lo posible por darle una buena vida, todo por demostrarle a mi hermana que yo tenía razón
Y eso, además de expresarles todo mi amor y cariño, es lo único que puedo decirles a Felipe, a Jaime y a quien sea que pierda un perro.
No se pierdan la oportunidad y el compromiso, porque sí lo es, de tener uno.
Siempre recibirán más de lo que den.
Se irán antes que nosotros y que, cuando ese día llegue, lo único que nos queda es verlos a los ojos y decirles “todo lo que pude hacer para darte una buena vida y darte una fracción del amor que tú me diste a mí”
Y todo estará bien.
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2 comentarios
Hola, Ángel, también ha habido muchos perros en mi vida y también hubo una época en que decidí que ya no más, por no poderles dar la atención adecuada y por la pena de verlos partir. Las circunstancias me han traído a vivir con un hermano que tenía nada menos que tres; hace meses nos tuvimos que despedir del más viejito y sí duele que se vayan, pero los disfruta uno mucho. Que tengas una bonita semana.
Efectivamente los perritos están para nosotros y yo siento tanta impotencia porque mis perritas se quedaron tristes pues quien las paseaba diario se fue, mis esposo falleció y lloro junto con ellas. Yo con tanto trabajo no la saco, pero al leerte tengo que buscar algo para hacerlas felices mientras vivan.