El Ángel de la Gaceta
13 de junio de 2024
Por Ángel Dehesa Christlieb
Nota- Este texto fue escrito en febrero de 2023 en una página que ya no existe, pero La Bruja sigue conmigo.
El canto de la Bruja
La Bruja llegó a mí en Tlacotalpan, hace más de 20 años.
Era una fiesta de la Candelaria, la patrona del pueblo.
Ya había pasado la cabalgata, la procesión de la Virgen por el río Papaloapan (que años después recibiría las cenizas de mi papá, pero esa es otra historia), el fandango y el encuentro de jaraneros y yo estaba en la plaza del pueblo, donde varios artesanos ofrecían sus obras para vender.
Y ahí estaba, en una mesa, labrada de una sola pieza de madera, con sus ocho cuerdas y clavijas.
Después de comprarla, conocí al jaranero que la puso en oferta y me contó que lo hacía para juntar el dinero para financiarse un disco, incluso me pidió que si le prestaba “mi” jarana (cuando me lo dijo escuché un nudo en su garganta), para tocarla un rato antes de llevármela y, finalmente, cuando me la dio me dijo que se llamaba “la Bruja”.
Si en ese entonces yo hubiera sabido lo que sé ahora y entendido como entiendo hoy lo que es la música y para qué sirve un instrumento, le habría hecho caso a mi primer impulso, que fue el de dejar a la Bruja en manos de quien sabía conjurar su magia.
Pero no fue así y la Bruja quedó muda durante casi dos décadas, colgada de mi pared, sin cumplir el propósito para el cual había sido hecha con madera de la sierra de Veracruz, trabajada por las manos de un artesano de Lerdo, como dice en la tarjeta pegada dentro de su caja de resonancia.
A través del tiempo, comencé a verla ahí, amarrada y me sentí como quien encierra un pájaro en una jaula, corta sus alas y espera que no muera de tristeza.
Me di cuenta de que acumular cosas que no uso no solo es poco práctico, sino también un hoyo negro que roba energía de mi entorno y de mi ánimo, por lo que, hoy en día, tengo solo aquello a lo que puedo darle un uso y estoy seguro de que esa era la enseñanza que la Bruja tenía para mí.
Hoy, la Bruja bajó de la pared y está en proceso de recibir un tratamiento de belleza con el Maestro Cándido Cruz, quien se sentó conmigo a explicarme todo acerca de cómo estaba hecha y le está cambiando los trastes y poniendo una pastilla para que sus hechizos sean aún más potentes.
Una vez que vuelva a mis manos, no sé si aprenderé a tocarla (ya estoy con el bajo y la guitarra) o si buscaré a su antiguo dueño, cuyo nombre está en la tarjeta o si se la entregaré a alguien que quiera y pueda darle uso, pero una cosa es segura…
La Bruja cantará de nuevo.
1 comentario
Los instrumentos sienten, con tristeza, el abandono como también la alegría al sentirse tocados. Los músicos lo sabemos.
Que maravilla que La Bruja regrese al fandango.
Saludos mi estimado Ángel.