Se me hizo fácil
15 de agosto de 2024
Por Ángel Dehesa Christlieb
La Vagabunda Frida
Los gatos y yo no tenemos una relación muy cercana.
Esto tiene que ver con un tema de mi asma crónica y la reacción que me provoca la piel de dichos animales, los cuales, por lo demás, me caen bien.
Ya voy mejor, después de algunos años, puedo estar en una casa donde habiten felinos e incluso estar cerca de ellos un rato, sin que esto implique que me empiecen a llorar los ojos, a moquearme las narices y a faltarme el aire.
Josefina, quien trabaja en casa de mi mamá desde hace 40 años trajo un día a Frida, una gata de esas de color gris atigrado, flaca y arisca, pero simpática, que divide su tiempo entre la cocina, el cuarto de servicio y el patio del condominio, donde juega con las mariposas amarillas.
No es raro llegar a la casa y ver a Frida sentada frente a la puerta del garage, con esa mirada profunda y retadora, propia de los de su especie, que me hace pensar que sabe cosas que yo no, pero que no tiene ni el tiempo, ni la inclinación de ocuparse en explicármelas.
Cuando me acerco a saludarla, comienza a maullar y puede tener una de dos reacciones, salir corriendo o comenzar a restregarse contra mi pantalón, para que la cargue y la acaricie, obviamente hasta que ella decida que ya es tiempo de bajarse, porque los humanos estamos para servirle.
Como suele pasar con los y las de su especie, a Frida de repente le entran las ganas de salirse a dar la vuelta, aunque no suele ausentarse por periodos prolongados.
Hace unos cuatro años regresó de una de esas excursiones nocturnas, como diría Marga López en película del cine de oro mexicano, “con la honra mancillada y llevando en el vientre el fruto del pecado”.
No fue “fruto”, sino “frutos”.
La casquivana felina dio a luz a tres gatitos, un macho y dos hembras, quienes pasaron los primeros meses de su vida en el garage de la casa, en un corralito que les habilitamos, siendo amamantados por su madre, a la cual había que corretear para que no eludiera sus obligaciones de proveedora.
Los gatitos fueron despachados a buenos hogares y su cusca progenitora, en cuanto terminó su lactancia, fue intervenida quirúrgicamente para evitar más deshonor para la familia y, básicamente, para no seguir sobrepoblando la Tierra de animales no queridos.
Esto es algo que debemos hacer todos los que decidimos hacernos cargo de un perro o gato.
Retomo.
Hacía tiempo que Frida parecía estar tranquila, no había vuelto a ausentarse de la casa en la que es atendida a cuerpo de reina… hasta la semana pasada.
La indecente cuadrúpeda no regresó de su paseo nocturno.
Josefina y yo, que, si de imaginarme desastres se trata soy más prolífico que Andrés Manuel a la hora de repartir culpas, estábamos con el “Yisus in de maus”, rezándole a San Francisco de Asís y a San Manuel Bartlett, quien, como Jesucristo con los panes, multiplica sus propiedades inmobiliarias sin explicación aparente.
Cuatro días duró Frida sin aparecer, cuatro días en los que la casa se paralizó, porque todos extrañábamos a la imprudente orejona y ya estábamos preparados para lanzar una operación de búsqueda en todos los agujeros de la barda y las áreas cercanas de San Ángel.
La angustia de perder una mascota es algo que no le deseo a nadie.
Felizmente, la atigrada vagabunda reapareció ayer, maullando con enjundia, exigiendo su croqueta y exigiendo su canción, como si nada hubiese pasado y con cara de “antes digan que regresé, porque me la estaba pasando muy bien”.
Y todos los humanos de la casa, como debe ser, le dimos la bienvenida y estamos felices de verla.
TRIVIA DE JUEVES
¿En qué parte de qué barrio de qué ciudad tendría yo que buscar para encontrar a la “Negra Flor”?
Cualquier correspondencia con esta gatuna columna, favor de dirigirla a www.angeldehesac.com
Si quieren compartirla, les dejo el enlace para ello.
1 comentario
Menos mal que regresó! La verdad si se siente feo cuando los felinos se van mas tiempo del acostumbrado pero si algo me ha enseñado el mio es que tenemos que aprender a amarlos sin y bajo sus condiciones jajaja un abrazo