Se me hizo fácil
20 de agosto de 2024
Por Ángel Dehesa Christlieb
Gracias
A todos los que me escribieron ayer ofreciéndome sus apapachos, sus consejos y su cariño. Aquí seguimos.
Fue en un cabaret…
Mi relación con la Sonora Santanera tiene poco más de 30 años y comenzó una noche de diciembre de 1995, en la Plaza México, cuando trabajaba en la Vicepresidencia de Programación Musical de Televisa con Luis de Llano y con Marco Flavio Cruz.
Acabábamos de terminar de grabar un especial de temporada, llamado Navidad con las Estrellas, el cual condujo Paco Stanley, en el último diciembre que pasó en Televisa, antes de irse a TV Azteca.
Si lo tuyo no es ser torero, motociclista acrobático o cantante de rancheras, trabajar en la Plaza México es algo realmente cansado, sobre todo en los días previos al evento, cuando todavía no han puesto los baños portátiles en el ruedo y, además, la única entrada que te dejan utilizar es la que da a las calles de la colonia Nochebuena, porque si querías ir por agua o te daban ganas de hacer pipí tenías que treparte desde la arena sagrada hasta la parte más alta del “coso de Insurgentes” para desaguar el sistema.
Además, ya que da la nochecita, empieza a correr el aire por el hoyo en el suelo, construido por el ingeniero Modesto C. Rolland, a iniciativa del empresario yucateco Naguib Simón, y hace un frío que pela, y más si tu cabeza ya viene pre-pelada, como la de un servidor.
Total, que terminó el especial de “Navidad con las Estrellas” y todos pensábamos que podríamos irnos a descansar y volver a trabajar en enero, pero la Sonora Santanera tenía otros planes.
Resulta ser que la fecha coincidía con el 40 aniversario de la agrupación fundada por el tabasqueño Carlos Colorado, el cual se celebraría al día siguiente, aprovechando que ya estaba montado el escenario en el ruedo y, adivinen quien estuvo entre los suertudos que eligieron para trabajar el evento.
Así que, chillando y pateando, me presenté al día siguiente en la Plaza, sin saber muy bien a lo que iba, hasta que comenzaron a llegar los invitados de la Sonora, que incluían a Celio González, Rocco de la Maldita Vecindad, Paty Manterola y Rubén Albarrán (no me acuerdo como se hacía llamar en ese entonces) y todos comenzaron a cantar.
Cabe mencionar que la Santanera de ese entonces era la original, aún tenía en sus filas a Silvestre Mercado, Sergio Celada, Juan Bustos, Gildardo González, nombres que un mocoso de 20 años, de familia fresa, no conocía muy bien.
Pero esa tarde/noche, pude platicar uno a uno con todos ellos, todos me contaron acerca de lo que había ocurrido hacía cuatro décadas, cuando un joven de Barra de Santana, Tabasco, llamado Carlos Colorado, que había venido a estudiar trompeta clásica a la escuela de Iniciación Artística de Bellas Artes, como fueron conociéndose los miembros de la agrupación y trabajando para ganarse el lugar que tenían en la historia de la música mexicana.
A todos se les nublaron los ojos cuando me contaron sobre el accidente de 1986, cuando se dirigían a tocar en la Feria de San Marcos y fueron embestidos por una pipa de gas, lo cual resultó en la pérdida de su líder y fundador, cuyo legado continuaron hasta ese entonces y durante algunos años más.
Esa noche, terminé de darme cuenta de lo que significaba realmente la Sonora Santanera, cuando, esa noche, frente a una Plaza México llena, la Ciudad de los Deportes retumbó al son de La Boa, Luces de Nueva York, Jugueteando a Ritmo, Por las Calles de México y El Mudo.
Fue el primero de muchos encuentros con ellos, el último en un aniversario del Salón Los Ángeles, en el cual Don Silvestre, quien fungía como representante de la agrupación, se acordaba perfectamente de mí, me invitó a bailar al escenario mientras tocaban Los Aretes de la Luna.
Hoy, siguen ocupando un lugar en mis playlists, en mi memoria y en mi corazón.
Cualquier correspondencia con esta santanera columna favor de dirigirla a www.angeldehesac.com
Si quieren compartirla les dejo un enlace para ello.