Se me hizo fácil
29 de agosto de 2024
Por Ángel Dehesa Christlieb
Con voz propia
Encontrar mi propia voz fue y es una tarea agotadora, pero también muy gratificante.
En una de mis primeras clases de stand up con Felipe Nájera tuvimos una sesión en la que había que contar algunas historias personales y, en repetidas ocasiones, Felipe me interrumpió porque, sin darme cuenta, siempre terminaba hablando en segunda persona.
¿Qué no te gusta de ti?
No me gusta ser calvo, porque a los calvos…
No, a los calvos no, a ti.
Una y otra vez ocurría lo mismo.
Era un acto inconsciente, pero muy significativo.
Según lo entendí después, en terapia, reflejaba la poca validez que yo mismo le concedía a mis opiniones y deseos, por lo cual, sentía la necesidad de validarlos negando que fueran míos y convirtiéndolos en parte de una supuesta opinión colectiva.
Es también (aún me sorprendo a mí mismo haciéndolo), un mecanismo para evadir la responsabilidad de tener y enunciar puntos de vista, anhelos o argumentos propios, algo que está muy en boga entre quienes, después de décadas de solicitar puestos públicos, hoy se dedican a tirar la ilegal piedra y esconder la cobarde mano.
“Mis ataques contra mis ‘adversarios’ no son porque me critican, no son personales, son porque se oponen a la “voluntad del pueblo” que, cosa rara, siempre coincide con la mía, porque, como diría Timbiriche, el pueblo y yo somos uno mismo, uoooooh.”
Yo no quiero ser así.
Por eso escribo cada día y firmo con mi nombre.
Más allá de establecer un vínculo con Jorge Urbano y los otros cuatro lectores que he acumulado en estos meses, satisfaciendo la natural necesidad de ser escuchado y de sentir que no estoy solo, esta columna me permite escucharme a mí y me ayuda a no guardarme las cosas, a decir lo que pienso (a veces), lo que siento y lo que quiero y a expresarlo como cosa mía.
Me costó 50 años atreverme a hablar por mí mismo y, durante esas cinco décadas, vi también como México encontró su voz y comenzó a decir “ya basta”,
Nací en 1973, en un país que sangraba (aún sangra), por las heridas de la matanza de Tlatelolco, del “Halconazo”, de la Guerra Sucia, de las muertas de Juárez y de tantos otros golpes, asestados y/o solapados por aquellos que, supuestamente, estaban y están ahí para servirnos y protegernos.
Vi ejemplos de civismo y sacrificio como el de Heberto Castillo, cuando renunció a su candidatura en favor de Cuauhtémoc Cárdenas y también de falta de valor como el de Miguel de la Madrid, cuando se quedó metido en su oficina mientras nos organizábamos para ayudar a los damnificados del temblor del 85.
Contribuí a la caída de un partido hegemónico, vi la ruindad de los legisladores que, con tal de mantener sus cuotas de poder, sabotearon cualquier iniciativa de cambio, ignorando y pervirtiendo el ideal democrático al cual le deben su puesto y su sueldo.
Fui testigo presencial de la creación de organismos autónomos, perfectibles, pero valiosísimos, porque nos daban, a los que no estamos en el poder, la posibilidad de pedir y recibir cuentas, de que nuestra voz y nuestro voto, expresados y emitidos desde la responsabilidad, tuvieran la posibilidad de ser escuchados y acatados por aquellos que viven de nosotros y, por ello, deberían trabajar para y por nosotros.
Estos que menciono, al son de “no cambiamos ni una coma”, ostentan como motivo de orgullo el rendir su voz a la voluntad de un señor que argumenta (falsamente) ser el depositario único y exclusivo de la verdad y pretenden ayudarle, a cambio de unas migajas, a ponernos, una vez más, la venda en la boca.
Señores legisladores, con mi voz, que no van a callar, se los digo.
¡Qué vergüenza!
Cualquier correspondencia con esta vociferante columna, favor de dirigirla a www.angeldehesac.com
Si quieren compartirla, les dejo un enlace para hacerlo
2 comentarios
Más común de lo que tú sentías; habemos quienes después de los 60, apenas lo descubrimos y otros, qué seguramente nunca se darán cuenta de que no quieren hacerse responsables de sus actos y sus pensamientos.
Es como “ir de puntitas por la vida”, ni para bien, ni para mal.
Los políticos, son egocéntricos y con “licencia para robar, mentir y traicionar”
¡Impecable texto e historia del pasado, querido Angel! Yo empecé a darme cuenta a los 6 años, en 1962, en época de López Mateos y de ahí pal real, puros acomodaticios, corruptos y ebrios de poder. No hay que dejarnos y admiro tu valentía.