Se me hizo fácil: el Halloween de Claudia

Se me hizo fácil

31 de octubre de 2024

Por Ángel Dehesa Christlieb

El Halloween de Claudia

A casi un mes de haberse instalado en la silla presidencial, Claudia Sheinbaum lleva varias semanas preparando la fiesta de Halloween más grande de la historia.

Y como todos sabemos, el ingrediente más importante para un buen Halloween son los disfraces aterradores, rubro en el cual la cuarta transformación viene arrasando.

Lo primero, el disfraz de presidenta autónoma en el que Claudia Sheinbaum, con una desvergüenza comparable a la del aficionado de los Yankees que le hizo manita de puerco a Mookie Betts, se enfundó desde que estaba en campaña, convenciéndose incluso a sí misma de que la gente votó por ella gracias a sus dotes de estadista y no porque López Obrador la ungió.

La presidenta vive en un Palacio Virreinal, cuyo mantenimiento nos cuesta millones a los mexicanos, todo bajo un disfraz de “austeridad republicana”.

A ver si hoy se atreve a decirnos que ella “no tiene casa propia y nada más renta”.

Cada mañana encabeza un acto de propaganda partidista y de censura absolutamente abusiva a quien se atreva a cuestionarla, pero lo viste de “acto democrático y de rendición de cuentas”.

Desde el primer día de su gobierno se ha dedicado a crear reformas autoritarias y dictatoriales, disfrazadas de democracia, insistiendo en que “la voluntad del pueblo” la faculta para atropellar y destruir todos los mecanismos y contrapesos democráticos, incluso aquellos que llevaron al poder a su partido.

Para oficializar la primera de estas reformas tuvimos la presentación de cuatro mentirosos disfrazados de panistas, emecistas y perredistas: Miguel Ángel Yunes, Araceli Saucedo, José Sabino Herrera y Daniel Barreda, que traicionaron la confianza del electorado al votar u omitir votar por una reforma a la que, en campaña, prometieron oponerse.

Sigue el desfile con la Guardia Nacional, un cuerpo integrado por militares, bajo el mando de militares, con tácticas y armas de militares, pero que se ostentan como no militares, porque están de gris y no de verde.

Los militares que sí son militares hoy portan lucrativos disfraces de aduaneros, constructores, ferrocarrileros, operadores de aeropuertos y lo que se les vaya ocurriendo pedir para seguirse forrando de dinero y vivir en la impunidad cuando se extralimitan en sus cada vez más extensas funciones.

En la categoría de personajes de terror clásicos, tenemos a Adán Augusto, con su nada difícil caracterización de Drácula tropical, parándose ante la tribuna a pedir su calaverita supremacista, con la cual él y sus amiguitos de partido se van a quedar con todos los dulces.

Hace su entrada en la sala Omar García Harfuch, con un cacareado traje de policía que podría parecer muy convincente si no fuera por el hecho de que no tiene policías bajo su mando y, al parecer, su única tarea será pasearse con escoltas armadas hasta los dientes, pararse frente a un micrófono y decirnos que todos los hechos violentos son “enfrentamientos entre criminales” y que los asesinados “no le mandaron la petición de protección, original y copia, con muestra de orina y carta del padre o tutor”.

Tenemos también una supuesta oposición que se caracteriza, según lo requiera la ocasión, de payasos, plañideras, constructores de Legos o merolicos de esquina, lo que se necesite para hacer como que trabajan y proteger los poquitos privilegios que les quedan, nunca para salvaguardar los intereses de los que los pusimos allí.

El único traje rescatable es el de dignidad que se pusieron los ocho ministros de la Suprema Corte de Justicia al renunciar y no prestarse a la farsa que Morena, con todo y su cada vez más endeble disfraz de “no somos iguales”, consiguió elevar a grado de ley a base de trampas y sobornos.

Por cierto señora presidenta, el que atribuya usted la renuncia de los ministros a un mero interés por “conservar sus haberes y llevarse muchísimo dinero”, le quita a usted cualquier disfraz y la muestra tal cual es.

Y eso si da terror.

Segunda llamada, Segunda

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