Se me hizo fácil: crimen y castigo

 

Se me hizo fácil

26 de noviembre de 2024

Por Ángel Dehesa Christlieb

Crimen y Castigo

Ya llegué de dónde andaba…

Gracias a todos los que preguntaron por esta columna en la semana de vacaciones que no los acompañé.

Aquí estoy de vuelta, con la conciencia que da la tranquilidad de darse unos días para reencontrarse y re- conocerse a uno mismo, sobre todo cuando me doy cuenta de que la supuesta urgencia de ciertos temas nos lleva a evadir o a no pensar en lo realmente importante.

Por eso tenía yo tanto miedo de detenerme, no quería pensar.

Desde el incidente del robo de mi automóvil, el cual manejé de una manera diferente y mejor de la que he manejado muchos de los momentos complicados que he pasado, estoy convencido de que hay muchas cosas que puedo encarar de una manera más constructiva y provechosa.

Pero los patrones son difíciles de romper.

No me permito tener errores, aun cuando recientemente he aprendido que son parte inevitable de la vida, además de la única manera de saber qué áreas necesito mejorar.

Incluso cuando me ocurren cosas sobre las que no tengo responsabilidad o control, encuentro la forma de culparme por ella y hacerme daño, aunque no sirva de nada ni mejore la situación.

Cada cosa mala que me ocurría, cada reto que se me presentaba venía (y aún viene) acompañado de una generosa dosis de culpa, no de responsabilidad, de culpa, de esa que no sirve más que para ser una carga o una excusa para solicitar lástimas por todos los medios posibles, porque, una parte de mí, una parte a la cual le he permitido tener el control de mis decisiones por mucho tiempo, piensa que solo dando lástimas recibiré atención o cariño de las personas.

Es por eso que, cuando me encuentro en una situación difícil, sea yo responsable o no, ejerzo siempre la primera solución que me viene a la cabeza, la cual suele ser una que me cuesta más de lo necesario en términos monetarios, emocionales o físicos.

No me doy la oportunidad ni el tiempo de pensar en otras alternativas, porque esa parte de mí que no se quiere piensa y siente que tiene que pagar las “consecuencias” de la peor manera posible, quitándome la oportunidad de resolver los retos de manera que me ayuden a crecer y convirtiéndolos en un lastre que me mantiene anclado donde realmente no quiero estar, pero, perversamente, me proporciona una sensación de seguridad como lodo a un puerquito.

Yo ya no quiero ser un puerquito, quiero ser un hombre adulto, humano, que se proteja y se cuide a sí mismo desde la convicción de que se vale equivocarse, de que mi primera misión y propósito en la vida es conmigo mismo, no por egoísmo, sino porque es lo que me corresponde para ser feliz y, de esa manera, poder ayudar a otros a serlo si así lo decido.

Me está costando trabajo, porque una cosa es tomar conciencia de un patrón o creencia que no me sirve realmente y otra, más difícil, romper dicho patrón o creencia, lo cual me da mucho miedo, pero más miedo me da quedarme donde estoy y seguirme haciendo daño… porque un día podría hacerme más del que puedo remediar.

Lo voy a conseguir.

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