Se me hizo fácil: tumbando letras

Se me hizo fácil

3 de diciembre de 2024

Por Ángel Dehesa Christlieb

Tumbando letras

Cada año, Miriam Carrillo y yo tenemos un ritual, hagan de cuenta la danza de cortejo de las palomas.

Miriam es la directora de prevención del Centro de Integración Juvenil.

Usualmente comienza con un mensaje en mi teléfono: “Hola querido ¿te puedo marcar?”

“Sí, por supuesto”, contesto yo.

Suena la llamada y Miriam, que ya sabe que nunca le voy a decir que no, me invita a ser el “maestro de ceremonias” de las diversas premiaciones de los concursos que el CIJ organiza para difundir, por todos los medios posibles, su mensaje contra las drogas y a favor de la salud mental entre los jóvenes y sus familias.

Como dijo el freno, permítanme detenerme aquí por un momento.

Mi relación de rendido amor con los CIJ comenzó hace siete años, cuando, sintiéndome muy glúteo por haber terminado mi primera certificación de coaching, fui a ver a la Dra. Carmen Fernández, directora general de la organización para, casi, casi decirle que se había sacado la lotería, porque estaba dispuesto a trabajar con ella.

Carmen, que es una mujer muy prudente y cortés, evitó reírse en mi cara y me dijo que, con todo gusto me recibía como voluntario en el CIJ de mi preferencia (Benito Juárez en la CDMX) y que, antes de poder trabajar tenía que obtener la certificación de CONOCER, por parte de la SEP, para dar pláticas sobre adicciones a los adolescentes.

Ahí en Benito Juárez me recibió Iliana Raigosa, directora del centro en cuestión, que es como la versión de bolsillo de una combinación de Leona Vicario, madame Curie y Superchica.

Muy amorosa y pacientemente, ella y su staff, con Leticia Casimiro a la cabeza, me enseñaron todo el trabajo que hacen y me aleccionaron para obtener la mencionada certificación.

Me gusta sentirme una mínima parte del CIJ y me siento privilegiado cada vez que Miriam me llama para darme la oportunidad de ayudarles en sus eventos.

Me consta, de primera mano, la eficaz labor que durante 55 años han realizado los CIJ, que fueron idea de la señora Kena Moreno y son de las pocas organizaciones que funcionan con un esquema mixto de fondeo público y privado y han trascendido sexenios y partidos.

A través de mi relación con ellos he aprendido lo que un grupo de personas, con preparación y propósito podemos (sí me siento parte de ellos) hacer por los demás y, algo muy importante, que el ofrecer nuestra labor, no importa qué tan pequeña parezca, a una causa más allá de nuestro propio beneficio es uno de los más grandes catalizadores de felicidad que se puede tener en la vida.

Este año, Miriam me pidió ayudarles a conducir la premiación del concurso “Tumbando Letras”, que convocó a jóvenes de 12 a 29 años a componer y grabar una canción sobre cómo apartarse de las drogas, la violencia y los malos pasos que hoy los acechan.

Fue un gran evento, pude ver y escuchar a jóvenes como Diego, de Puebla, quien antes de cumplir los 15 ya consumía cristal y piedra y logró salir.

Me contó, casi llorando: “yo sé que se me sigue antojando, que mi sobriedad peligra cada día, pero quiero cantar y cumplir mi sueño y eso es lo que me lleva a no recaer, carnal.”

O Irving, quien escribió una canción para su amigo: “el personaje de mi canción la libra, mi amigo… se murió”

Y muchos más jóvenes con historias que contar y cantar, a quienes el arte y la palabra, pero sobre todo el saber que tienen alguien que los escucha, les ayuda a salir de los infiernos en los que llegan a caer.

No nos toca juzgarlos, ni condenarlos, solo apoyarlos y acompañarlos cuando se deciden a salir del fondo, no por nobleza… por humanidad.

Con cada una de sus canciones y de sus palabras, me llenaban el corazón y los ojos de lágrimas.

Y por eso Miriam sabe que nunca, nunca le voy a decir que no y por eso, en su perfidia, se aprovecha de mí nobleza y cada año me llama para conducir.

Y yo se lo agradezco y le agradezco a los CIJ siempre.

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1 comentario

  • Teresa de Jesús Rabell Villamil dice:

    Mis respetos para usted Ángel
    Necesitamos, literal, más ángeles como usted.
    Mi hijo ya con 30 años empezó a consumir hace 3 años. Y no sé cómo ayudar

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