Se me hizo fácil
4 de diciembre de 2024
Por Ángel Dehesa Christlieb
De traslados y homenajes
“De lo que menos me enseñó la Dra. Dehesa, fue gastroenterología, pero me enseñó a ser una médica comprometida, a escuchar, a tratar dignamente a los pacientes y a crecer en mi profesión”
Así dijo una de las oradoras en el homenaje que le hizo el IMSS a mi tía Margarita, colocando su busto en la Plaza de las médicas y médicos ilustres ubicada en la que por más de tres décadas fue su casa: el Centro Médico Nacional Siglo XXI.
Sobra decir que las familias Dehesa, Violante y anexas estamos felices como lombrices, orgullosos como osos y, en mi caso particular, cansado como ganado.
Movilizar a las fuerzas vivas de la familia, concretamente a mi señora madre desde San Ángel a la Doctores antes de las 10 de la mañana, es una tarea que requiere una planeación que ríanse del “operativo enjambre”.
La logística se complica porque mi mamá, desde hace unos años, tuvo un accidente y requiere de ayuda para colgarse sus joyitas.
No están ustedes para saberlo, pero mi motricidad fina, sobre todo para tareas minuciosas con las manos, es tan escasa como la rendición de cuentas en el actual régimen.
Es por eso que cuando Conchita me pidió que le ayudara a ponerse sus aretes, yo me vi en la portada del ¡Alarma! con el encabezado “Monstruo desnaturalizado atraviesa a su madre con arete de bolita y se da a la fuga”.
Con muchos trabajos, coloqué el arete sin hemorragias de por medio y emprendimos el camino, tripulando mi veloz Suzuki (que ya camina y tiene su computadora), hasta llegar a la puerta tres del Centro Médico.
Aquí hago un paréntesis para preguntar ¿a quién beneficia que los alrededores del Centro Médico se hayan transformado en una especie de callejón de los milagros, inseguro e insalubre, lleno de puestos ambulantes de esos que no pagan impuestos, pero seguro sí se mochan con algún líder charro y representan votos cautivos para, no sé, esa izquierda “progresista” que “gobierna” nuestra ciudad desde hace varias décadas?
Fin del paréntesis.
¿Por qué será que los guardias de la puerta de cualquier recinto gubernamental siempre, por principio, te dicen que no estás en la lista de acceso, aunque te lo hayan ofrecido y hayas pasado tu nombre y las placas del coche unas 15 veces?
Lo bueno fue que detrás de mí, tripulando su potente unidad, llegaron mi tía Bugambilia y mi prima Zeydi, dos mujeres contundentes, por decir lo menos, que amenazaron con acostarse sobre la carpeta asfáltica e impedir el tránsito sobre Eje 1 Cuauhtémoc en ambas direcciones si no se nos franqueaba el ingreso.
Ante la muy factible posibilidad de que mis consanguíneas descarrilaran el Metrobús, el sufrido oficial me dijo: “mi jefe, ya verificamos y sí están en lista, si me apoyan avanzando hasta el fondo, ahí le reciben el vehículo y llévese a sus familiares, por favor.”
Dejamos el coche y cual aztecas en peregrinación, cruzamos la Plaza del Jaguar, hasta llegar a la Plaza de las médicas y los médicos ilustres, donde ya se encontraba la doctora Dehesa, sonriente y feliz, recibiendo muestras de cariño de sus compañeros, de sus antiguos estudiantes, de pacientes que atendió y que vinieron a estar con ella y hasta del propio secretario de salud, amigo suyo de años, que vino nomás para desvelar su busto.
De la ceremonia poco puedo decirles porque, como suele pasar entre mis familiares, lloré y lloré durante todo el evento.
La doctora Dehesa, cuyo único requerimiento fue un banquito para poner detrás del podio a fin de que la alcanzáramos a ver, se lució con un discurso de aceptación (mi hermana le ayudó a redactarlo) agradecido, emotivo y muy firme en el recordatorio de lo mucho que falta y lo mucho que se ha dejado de hacer en el IMSS en los últimos años.
Muchas felicidades para ella, para el IMSS, por haberla recibido y cobijado y para mí, que tengo la fortuna de ser cercano a ella y de quererla y que me quiera mucho.
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1 comentario
Felicidades a la familia Dehesa