Se me hizo fácil
13 de diciembre de 2024
Por Ángel Dehesa Christlieb
Un rayito de sol
Todos los que vivimos con perros y gatos sabemos de la eterna búsqueda de nuestros cuadrúpedos por encontrar ese lugar perfecto, en la casa o en el jardín, ese lugar que puede ser en el pasto, en el asfalto o en la duela de un departamento, el único requisito indispensable es que lo ilumine y lo caliente un rayito de sol.
La vida, que es muy sabia, nos ofrece siempre la oportunidad de ser ese rayito de sol, ese lugar seguro en el que alguien que pasa por un mal momento puede descansar, aliviar sus tristezas y dejar de pensar un rato en las cargas que llevan en sus espaldas, en su corazón y en su mente.
Cada quién es libre de elegir qué hacer cuando esta oportunidad le llegue.
Desde mi propia experiencia, puedo decirles que es uno de los más grandes regalos que existen, porque me hace sentir útil y me trae felicidad, mucha más de la que yo podría darle a quien ayudo.
Todo esto pensaba hoy en la mañana, mientras veía a Fireball, el salchicha que habita en mi jardín y en mi corazón desde hace siete años, echado en el solecito, con los ojos cerrados y una visible sensación de paz.
Una hora antes, había estado escribiéndome con mi amiga “Nallely”, de quien no diré el nombre porque es persona conocida, pero es mi hermanita porque ella así lo eligió y nos queremos tiernamente.
Nallely está triste estos días, su padre murió el martes, en el sur del país, después de una década de vivir con Alzheimer y ella, como todos los que hemos pasado por esos trances, está en uno de los momentos más difíciles, cuando la sombra inexorable, pesada y fría de la ausencia empieza a tornarse real y palpable en cada uno de los lugares que compartimos, en cada prenda de ropa que ya no vestirá o en cada palabra que ya no se dirá.
Es también el momento del falso remordimiento, ese que alevosamente nos hace recordar únicamente lo que supuestamente hicimos mal o dejamos de hacer, los abrazos que ya no dimos, las cosas que no dijimos o esos momentos en los cuales, como cualquier ser humano, nos sentimos tristes, enojados o cansados de y por la labor de cuidadores que nos tocó desempeñar.
“Pensé que después de 10 años de que mi papá estuvo presente en cuerpo, pero ya no era él, sería más fácil soltarlo cuando se fuera, pero, ahora que pasó y ya no está, mi verdadero papá está resurgiendo en mis recuerdos y en mi corazón y yo lo extraño mucho”
Nallely querida, recuerda que tu mente siempre se ocupará de recordarte tus “errores” y “omisiones” de manera automática y dejará siempre escondidas las cosas buenas que hiciste, como el estar junto a él durante 10 años, cosa que no todo mundo puede o está dispuesto a hacer.
Tienes un trabajo y una vida, me consta que amas lo que haces y lo que haces nos da felicidad a muchos y ¿qué crees? son cosas a las que tienes derecho y que, en medio de todo lo que estabas y estás pasando, te sacan adelante y estoy seguro de que a tu papá le encantaba y le encanta que así sea.
No te castigues sin motivo, me consta que es durísimo ese momento cuando se cambian los papeles y, de pronto, somos los hijos los que tenemos que ocuparnos de los padres que, además están asustados, adoloridos y no suelen ser muy dóciles al tratamiento, más en el caso de quienes viven lo que vivió tu papá.
Con todas tus subidas y bajadas por el país, pudiste estar junto a él en ese último momento, cosa que hay que agradecer a quien haya intervenido para que así pasara.
Por supuesto que hubo momentos difíciles, momentos en los que te cansaste, te enojaste y me atrevo a pensar que, incluso, alguna vez te desesperaste y deseabas que todo terminara, pero continuaste ahí y fuiste, hasta el último día, su rayito de sol.
Y hoy, hermanita querida, a mí y a todos los que te queremos nos toca ser el tuyo.
Te quiero.
1 comentario
Aunque sea un rayo lejano de sol, mando un abrazo cariñoso a Nallely.