Se me hizo fácil
10 de septiembre de 2024
Por Ángel Dehesa Christlieb
Gracias a Ana Barroso y a Encarnación Sánchez, que, al apuntarse ayer, llevaron esta columna hasta los 11 lectores.
Hace algunos meses leí una nota acerca de una de las “leyes” que los Talibanes han promulgado en Afganistán, la cual prohíbe la música.
No tengo que decirles la monstruosidad que eso significa, ni lo dañada que tiene que estar una persona para “pensar” que prohibir la música es “agradar a Dios” y, no, el prohibir arte y música no es exclusivo de los musulmanes, aunque sí son el más reciente ejemplo.
Uno de mis maestros de guitarra, se llama Antonio López Palacios y, no porque sea mi maestro, pero es un guitarrista clásico de clase mundial, que lo mismo me enseña un villancico medieval inglés, que la introducción al “Bolero Falaz” de Aterciopelados o “Stephanie” de Alfredo Zitarrosa.
Además de los conocimientos musicales, que Toño me transmite con paciencia digna del que tiene que conectar y desconectar los micrófonos de AMLO en las mañaneras, también utilizamos la hora de clase para intercambiar historias, sobre todo las que ha vivido durante sus muchos años dedicado a vivir de su instrumento.
En algún momento de su vida, Toño vivió en Amatlán de Quetzalcóatl, pueblo mágico perteneciente al municipio de Tepoztlán, Morelos.
Durante su exilio morelense, Toño solía ensayar cerca de la ventana de su casa, de manera que la música de su guitarra se escuchaba desde la calle.
Al principio, no era consciente de la importancia que tenían sus notas, hasta que, un día, un viejito del pueblo, al cual le pidió indicaciones para llegar a un lugar, le respondió.
“Mire, se va todo por ahí y en esa calle, donde se escucha la guitarra, da vuelta a la derecha y ahí está, luego, luego.”
Fue entonces cuando Toño se dio cuenta de lo esencial que resultaba tener constancia y disciplina a la hora de ensayar, no solo para mejorar su oficio y arte, sino porque no podía hacer quedar mal al amable señor que utilizaba su música como señal para orientar a los viajeros perdidos.
Imagínense que decidiera tomarse un día libre y una familia de holandeses gentrificadores terminara extraviada en las faldas del Tepozteco, devorada por alguna manada de zacatuches caníbales, todo por no haber escuchado alguna danza de Gaspar Sánz, algún choro brasileño o una pieza de Isaac Albéniz a la hora de dar la vuelta..
Nunca sabremos los alcances que tiene la belleza, a cuántos y de qué manera puede beneficiar.
Aquellos que, gracias a sus talentos, su constancia y su disciplina, adquieren la habilidad de crearla a través del arte, el teatro, la música o la imagen tienen en sus manos una labor esencial, la cual les agradezco cada día, porque un mundo sin belleza es un mundo sin rumbo.
Y yo no me quiero perder.
Si quieren conocer el trabajo de Toño, entren a https://www.facebook.com/antoniolopezmx
Cualquier correspondencia con esta orientadora columna, favor de dirigirla a www.angeldehesac.com
Si quieren ayudarme a compartirla, les dejo el enlace
1 comentario
Felicidades querido Angel, tu columna se ha convertido en un irreduictible de mis mañanas: Saludos